28.10.11

Cucu

Ya no recuerdo como, hace unos años conocí a "Cucu" de Isidro Casanova. Me contó que se llamaba Ernesto Escobar y hacía esculturas con materiales de descarte y me pareció una buena historia para el Zonal de Matanza. Cucu no tenía celular ni teléfono de línea. Me comunicaba con él dejándole mensajes a su sobrina. Al rato sonaba mi celular y el identificador de llamada me indicaba que llamaban desde un locutorio. Era Cucu con un optimismo a toda prueba. Para hacerle la nota no quiso que fuese a su casa. Prefirió venir al diario con una parva de fotos en papel donde estaban sus obras: personajs queribles o monstruosos armados con tornillos, botellas de plástico y pedazos de hierros viejos. Me contó que vivía en el fondo de la casa de su mamá, que hacía changas y, de vez en cuando, llevaba sus esculturas a la Plaza de San Justo. La nota quedó simpática y, en agradecimiento, me trajo una flor hecha con cemento y una botella de gaseosa de dos litros que adorno mi escritorio durante mucho tiempo. Se creó un perfil de Facebook para mostrar sus obras y en la foto de perfil puso la tapa del Zonal donde estaba su foto (es la que ilustra esta nota).
Un día me llamó para decirme que tenía miedo. Que había tenido enfrentamientos con vecinos influyentes del barrio y temía por su vida.
Debo confesar que no le creí. "Cucu" me parecía un personaje entrañable, incapaz de molestar a nadie.
Al tiempo volvió a llamar para decirme que si le pasaba yo tenía que tener la certeza de que no había sido una fatalidad. Lo tranquilice y no supe nada de él hasta que hace unos meses su familia me avisó que había muerto en un confuso episodio junto a las vías del tren.
Hay una investigación judicial e incluso la APDH de Matanza organizó un festival para recordar a Cucu y pedir que se esclarezca su muerte.
Me sumo a ese pedido y lamento profundamente no haberle creído.

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Resulta que hace tiempo que no escribo en este blog. Me dediqué al que llevo para mis alumnos de Redacción Uno y a colaborar en Todas las Artes. En este último rescaté montones de historias que me contaron o viví y bien podrían reflejarse en Las Otras Voces. Porque, a veces, no hay nada más poético y mágico que la vida real. Vean, sino a ese Artista que se deja llevar por caminos que jamás soñó, y surgió de una entrevista que leí a Diego Reinhold. O Maestra que auna la historia de mi amiga del alma, Silvia, y su tocaya, la maestra preferida de mi hija Mercedes. Y cada una de las historias de el Negro, que no es otro que mi papá. Pero hay hechos que no pueden teñirse con la poesía de la ficción. Para serles fiel, seguirá Las Otras Voces.